El presidente Donald Trump ha elevado personalmente la tensión con amenazas directas contra las fuerzas armadas venezolanas, al tiempo que mantiene una postura ambigua sobre la posibilidad de ordenar ataques militares dentro de Venezuela. Esta retórica ha incrementado la imprevisibilidad del conflicto y ha puesto en alerta máxima a la región. La advertencia más contundente de Trump se produjo después de que el Pentágono denunciara que dos cazas F-16 venezolanos sobrevolaron un buque de la Armada estadounidense en aguas internacionales. En respuesta, Trump declaró que cualquier avión militar venezolano que represente una amenaza para sus fuerzas “será derribado”. “Si vuelan en una posición peligrosa, diría que usted o sus capitanes pueden tomar la decisión sobre lo que quieren hacer”, afirmó dirigiéndose al jefe del Estado Mayor Conjunto.
Esta amenaza fue seguida por el despliegue de diez cazas F-35 a Puerto Rico. Paralelamente, al ser consultado por la prensa sobre si su gobierno consideraba ejecutar ataques contra carteles de la droga dentro de territorio venezolano, como sugerían informes de CNN, Trump respondió de manera evasiva: “Ya lo descubrirás”.
Esta ambigüedad deliberada mantiene abiertas todas las opciones y alimenta la especulación sobre una escalada mayor.
Analistas citados en los artículos sugieren que, aunque una invasión a gran escala es poco probable debido a la oposición de la base republicana a conflictos externos, la administración Trump no descarta operaciones selectivas para debilitar al régimen, fragmentar su cúpula de poder y proyectar una imagen de fuerza en el hemisferio.
En resumenLas amenazas directas de Donald Trump, combinadas con su calculada ambigüedad sobre una intervención en suelo venezolano, han llevado la crisis a un nuevo nivel de peligrosidad, dejando a la región en vilo ante la posibilidad de un error de cálculo o una acción militar unilateral.