La escalada de tensiones entre Washington y Caracas ha generado una fractura diplomática en América Latina, evidenciando la falta de un consenso regional sobre cómo abordar la crisis. Mientras algunos gobiernos condenan la presencia militar estadounidense, otros se alinean con la postura de Washington o prefieren mantener un cauto silencio. La división quedó patente con la iniciativa del presidente colombiano, Gustavo Petro, quien, en su rol de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), difundió un comunicado expresando preocupación por el despliegue militar extra-regional. El texto, que no alcanzó a ser una declaración oficial del bloque, fue respaldado por una "inmensa mayoría" de miembros, incluyendo a Brasil, México, Chile, Cuba y la propia Venezuela.
El presidente brasileño, Lula da Silva, criticó la presencia militar estadounidense, calificándola como un "factor de tensión".
Sin embargo, la iniciativa de Petro encontró oposición.
Varios países, entre ellos Argentina, Costa Rica, Ecuador, Paraguay y Perú, se opusieron al comunicado.
Además, los gobiernos de Guatemala y República Dominicana, que inicialmente aparecían como firmantes en la publicación de Petro, emitieron aclaraciones posteriores desmarcándose del texto y afirmando que no habían dado su consentimiento formal. Esta falta de unanimidad refleja las diferentes posturas ideológicas y estratégicas en la región. Mientras los gobiernos de izquierda tienden a rechazar lo que consideran una injerencia de Estados Unidos y defienden el principio de no intervención, otros países ven con preocupación la situación en Venezuela y consideran necesarias las medidas de presión internacional. La controversia en torno al comunicado de la CELAC subraya la dificultad del organismo para articular una voz unificada en temas de seguridad hemisférica.
En resumenLa crisis entre Estados Unidos y Venezuela ha expuesto las profundas divisiones en América Latina, impidiendo una respuesta regional unificada. La fallida declaración de la CELAC demostró que, mientras una mayoría de países aboga por la paz y la no intervención, una minoría significativa se opone o se desmarca, debilitando la capacidad de la región para mediar en el conflicto.