En respuesta a la masiva presencia militar de Estados Unidos en el Caribe, el gobierno de Nicolás Maduro ordenó un significativo refuerzo de sus propias fuerzas armadas en zonas fronterizas y costeras. Esta movilización incluyó el despliegue de 25.000 efectivos y una arriesgada maniobra de dos cazas F-16 que sobrevolaron un destructor estadounidense en aguas internacionales. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, anunció el "refuerzo especial" en cinco estados estratégicos, incluyendo Zulia, Falcón, Nueva Esparta, Sucre y Delta Amacuro. La operación, que elevó el número de efectivos en la zona de 10.000 a 25.000, busca cerrar rutas del narcotráfico y asegurar el control territorial. Padrino López afirmó que "nadie va a venir a hacer el trabajo por nosotros", en una clara alusión a la justificación antidrogas de Washington.
La tensión alcanzó un punto crítico cuando el Pentágono denunció que dos aviones F-16 venezolanos realizaron un sobrevuelo cercano al destructor USS Jason Dunham.
El Departamento de Defensa de EE.
UU. calificó la acción como una "maniobra provocativa" y una "demostración de fuerza innecesaria y peligrosa" diseñada para interferir con sus operaciones. Este incidente fue el catalizador para que Washington ordenara el despliegue de diez cazas F-35 a Puerto Rico y emitiera una advertencia directa de que cualquier avión venezolano que represente una amenaza será derribado. Por su parte, el gobierno venezolano defiende sus acciones como parte de la defensa de su soberanía, mientras que analistas ven en estas maniobras un intento de proyectar control y disuasión frente a la superioridad militar estadounidense.
En resumenLa respuesta militar de Venezuela, que incluye un masivo despliegue de tropas y un provocador sobrevuelo de cazas F-16, demuestra su disposición a no ceder ante la presión estadounidense. Estas acciones han elevado el riesgo de un enfrentamiento directo, llevando a Estados Unidos a reforzar su propia presencia y emitir advertencias contundentes.