Estados Unidos ha ejecutado uno de los mayores despliegues militares en el Caribe desde la década de 1980, posicionando una formidable fuerza naval y aérea cerca de las costas de Venezuela. La operación, justificada oficialmente como una misión antinarcóticos, ha sido interpretada por Caracas y diversos analistas como una medida de presión directa contra el gobierno de Nicolás Maduro. El operativo constituye una de las movilizaciones navales más significativas de Washington en la región, involucrando, según el Pentágono, más de 15 buques de guerra, incluyendo ocho buques con misiles, un submarino nuclear de ataque rápido, una decena de aeronaves y aproximadamente 7.000 efectivos. El recién posesionado secretario de Guerra estadounidense, Pete Hegseth, subrayó la seriedad de la misión durante una visita a las tropas, afirmando que no se encuentran en un "ejercicio de entrenamiento" sino en una "operación real". Desde Washington, la narrativa oficial insiste en que el objetivo es combatir a los "narcoterroristas que están enviando drogas a Estados Unidos".
Sin embargo, el gobierno venezolano ha denunciado la presencia militar como una "amenaza directa" a su soberanía y una violación al Tratado de Tlatelolco, que consagra a América Latina y el Caribe como zona libre de armas nucleares. Analistas señalan que, más allá de la lucha antidrogas, el despliegue ejerce una fuerte presión sobre el gobierno de Maduro, buscando fragmentar su esfera de poder y disuadir actividades ilícitas que le sirven de sustento, como el envío de petróleo a través de navíos fantasma. La magnitud de la fuerza desplegada, que incluye cazas F-35, drones Reaper y misiles Tomahawk, sugiere una capacidad de cerco y ataque que supera ampliamente lo necesario para operaciones de interdicción de drogas, alimentando la especulación sobre una posible escalada del conflicto.
En resumenEl masivo despliegue militar estadounidense en el Caribe, bajo la justificación de una operación antinarcóticos, representa una escalada significativa en la presión sobre Venezuela, generando una fuerte respuesta de Caracas y elevando el riesgo de un enfrentamiento directo en la región.