La fiscal general de EE.

UU., Pam Bondi, afirmó que Maduro es “uno de los mayores narcotraficantes del mundo”.

En línea con esta política, el senador republicano Rick Scott ha propuesto aumentar la recompensa a 100 millones de dólares.

La designación de estos grupos como terroristas permite a EE. UU. aplicar leyes más severas y utilizar la fuerza militar, como se evidenció en el ataque a la embarcación en el Caribe. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha sido una de las voces más duras, refiriéndose a Maduro como un “fugitivo de la justicia estadounidense” y no como un líder legítimo.

Desde Venezuela, estas acusaciones son rechazadas sistemáticamente.

La vicepresidenta Delcy Rodríguez calificó a Estados Unidos como “el centro mundial de lavado del narcotráfico”, mientras que Diosdado Cabello ha negado la existencia del Cartel de los Soles, describiéndolo como un “invento del imperio”. Esta guerra de narrativas es fundamental para entender la confrontación, ya que las acusaciones de narcoterrorismo son la principal justificación de Washington para su escalada de presión.