La escalada entre Washington y Caracas activó los mecanismos diplomáticos regionales.
Colombia, en su rol de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), convocó a una reunión virtual de cancilleres para abordar la situación.
La canciller colombiana, Rosa Villavicencio, calificó la presencia militar estadounidense como “desproporcionada”, y el presidente Gustavo Petro afirmó que “ningún gobierno latinoamericano que se respete debe solicitar ni celebrar una invasión extranjera”. La mayoría de los países de la CELAC respaldaron un comunicado que reitera principios como la solución pacífica de controversias y la no injerencia. Sin embargo, la unidad no fue total.
El presidente Petro admitió que una “minoría” de países, incluyendo Argentina, Costa Rica y Perú, se opuso al comunicado. Además, los gobiernos de Guatemala y República Dominicana aclararon públicamente que no habían firmado el texto, a pesar de haber sido incluidos en la lista difundida por Petro, evidenciando fisuras en el consenso regional. Por otro lado, Guyana, que mantiene una disputa territorial con Venezuela por el Esequibo, respaldó el despliegue estadounidense, afirmando que apoyará “todo lo que elimine cualquier amenaza” a su soberanía.
Esta diversidad de posturas refleja la compleja geopolítica de la región, dividida entre la defensa de la soberanía y la preocupación por la crisis venezolana.












