La operación, justificada por Washington como una misión antinarcóticos, es interpretada por Caracas como una amenaza directa a su soberanía. La movilización militar estadounidense es una de las más grandes en la región desde la invasión a Panamá en 1989. La flota incluye cruceros clase Ticonderoga, destructores clase Arleigh Burke como el USS Jason Dunham y el USS Sampson, un submarino de ataque de propulsión nuclear y buques de asalto anfibio como el USS Iwo Jima, transportando a más de 4.000 infantes de marina y marineros. Oficialmente, el objetivo de la denominada “Operación Causa Justa” es desmantelar las rutas del narcotráfico, apuntando directamente a la estructura que Washington denomina “Cartel de los Soles”. Sin embargo, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha calificado el despliegue como “la más grande amenaza que se haya visto en el continente en los últimos 100 años”, denunciando la presencia de ocho buques de guerra con 1.200 misiles apuntando hacia su país. Esta escalada ha provocado una fuerte reacción diplomática, llevando a Colombia, en su rol de presidente pro tempore de la CELAC, a convocar una reunión de cancilleres para preservar a América Latina como “zona de paz”. La Casa Blanca insiste en que la operación es de carácter antinarcóticos y cuenta con el respaldo de aliados regionales, pero la magnitud y la capacidad ofensiva de la flota sugieren una estrategia de presión máxima que va más allá de la interdicción de drogas, manteniendo a la región en un estado de alta alerta ante un posible conflicto.