El despliegue militar de Estados Unidos cerca de Venezuela ha generado una fractura diplomática en América Latina, llevando a Colombia, en su rol de presidencia pro tempore de la CELAC, a convocar una reunión de cancilleres de urgencia. Mientras algunos países condenan la acción como una amenaza a la paz, otros la respaldan, evidenciando la falta de un consenso regional. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se reunió de manera virtual para abordar las “preocupaciones existentes en torno a los recientes movimientos militares en el Caribe”. La canciller colombiana, Rosa Villavicencio, lideró el encuentro, enfatizando la necesidad de mantener a la región como una “tierra de paz” y resolver cualquier diferencia por la vía diplomática. El presidente Gustavo Petro ha sido crítico con la presencia militar estadounidense, calificándola de “desproporcionada” y rechazando cualquier “invasión extranjera”. En un comunicado respaldado por la “inmensa mayoría” de los miembros, la CELAC reiteró su compromiso con la solución pacífica de controversias y la no injerencia.
Sin embargo, el comunicado no logró el consenso total.
Países como Argentina, Costa Rica, Ecuador, Perú y Guyana, entre otros, se opusieron a su adopción.
Además, Guatemala y República Dominicana, inicialmente listados como firmantes por Petro, se desmarcaron públicamente, aclarando que no habían dado su consentimiento formal.
En contraste, Guyana, que mantiene una disputa territorial con Venezuela por el Esequibo, respaldó abiertamente el despliegue estadounidense. El presidente guyanés, Irfaan Ali, afirmó que su gobierno apoyará “todo lo que elimine cualquier amenaza” a su seguridad.
Esta división de posturas demuestra las dificultades de la región para articular una respuesta unificada ante acciones de potencias externas, reflejando las diferentes alineaciones políticas e intereses estratégicos de cada nación.