“Si nos ponen en una posición peligrosa, serán derribados”, sentenció. Dirigiéndose al general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, el mandatario le otorgó discreción para actuar: “Si vuelan en una posición peligrosa, yo diría que usted, o sus capitanes, pueden tomar la decisión sobre qué hacer”.
Esta amenaza directa marca el punto más álgido de la retórica bélica entre ambas naciones y formaliza una política de tolerancia cero ante lo que Washington considere una provocación. La advertencia de Trump no solo responde al incidente con los F-16, sino que se enmarca en su estrategia de “máxima presión”, que ahora transita de lo económico a lo abiertamente militar. La orden presidencial de facto autoriza a las fuerzas estadounidenses a escalar un encuentro de manera inmediata, lo que eleva exponencialmente el riesgo de un conflicto armado, incluso por un error de cálculo. La respuesta de Trump fue acompañada por el despliegue de diez cazas F-35 a Puerto Rico, un movimiento que refuerza su capacidad de combate en la región y subraya la seriedad de su advertencia. Analistas militares señalan que esta declaración es una de las más beligerantes de un presidente estadounidense hacia una nación latinoamericana en la historia reciente, transformando el Caribe en un escenario de potencial confrontación directa.