
Marco Rubio se consolida como la cara de la política de mano dura de EE. UU. hacia Venezuela
El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha emergido como una de las figuras centrales en la escalada de tensiones con Venezuela, promoviendo una política de máxima presión y una retórica inflexible contra el gobierno de Nicolás Maduro. Sus declaraciones públicas y su gira por Latinoamérica refuerzan la postura de Washington y delinean una estrategia que combina la amenaza militar con la deslegitimación diplomática. Durante una visita a Ecuador, Rubio calificó a Maduro de “narcotraficante”, “terrorista” y “fugitivo de la justicia estadounidense”, dejando claro que para Washington no es el líder legítimo de Venezuela. “No importa lo que digan las Naciones Unidas”, afirmó, subrayando que la Casa Blanca no reconoce la autoridad del mandatario venezolano. Esta postura se alinea con la justificación del despliegue militar en el Caribe, que Rubio defiende como una operación necesaria para detener el flujo de drogas que “contaminan las calles de Estados Unidos”. Además, ha respaldado públicamente las acciones militares letales, como el ataque a la presunta narcolancha, y ha sido un actor clave en la designación de grupos criminales venezolanos y ecuatorianos como organizaciones terroristas. El gobierno de Maduro ha respondido directamente a Rubio, acusándolo de ser “el señor de la guerra” y de intentar arrastrar al presidente Trump a un conflicto armado. Maduro ha afirmado que Rubio busca “mancharle las manos de sangre” a Trump con una guerra en Venezuela para promover un “cambio de régimen”. La influencia de Rubio es palpable no solo en la retórica, sino también en la articulación de una coalición regional que apoya las acciones de EE. UU., como se evidenció en sus visitas a México y Ecuador para cerrar acuerdos de cooperación en la lucha contra el narcotráfico.



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