El Departamento de Defensa de EE. UU. informó que el suceso ocurrió el jueves 4 de septiembre, pocos días después del ataque estadounidense a una embarcación presuntamente vinculada al narcotráfico procedente de Venezuela. A través de una publicación en la red social X, el Pentágono calificó la acción como un intento de “interferir en las operaciones de Estados Unidos contra las drogas” y advirtió sobre una posible escalada por parte del gobierno de Nicolás Maduro. “Se advierte firmemente al cartel que dirige Venezuela que no intente obstaculizar, disuadir o interferir en las operaciones contra el narcotráfico y el terrorismo que lleva a cabo el ejército estadounidense”, señaló la comunicación oficial. Este tipo de encuentros militares directos, aunque no resulten en un enfrentamiento armado, son considerados extremadamente peligrosos por el riesgo de errores de cálculo que podrían desencadenar un conflicto mayor. El sobrevuelo se produce en el contexto del masivo despliegue naval de Washington en el Caribe sur, una zona de alta sensibilidad para Venezuela. La presencia de buques de guerra estadounidenses es vista por Caracas como una provocación y una amenaza a su soberanía, mientras que para Washington es una operación legítima para proteger su seguridad nacional del flujo de narcóticos. El incidente aéreo es una clara manifestación de cómo la confrontación ha pasado del plano diplomático y económico a roces militares directos, aumentando la inestabilidad en una de las rutas marítimas más importantes del hemisferio.