UU. es liderado por altos funcionarios del gobierno venezolano, incluido Nicolás Maduro.

El poderío naval incluye al menos siete buques de guerra, como los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, el crucero lanzamisiles USS Lake Erie, y buques de asalto anfibio como el USS Iwo Jima, sumando más de 4.500 efectivos.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, denunció que la flota cuenta con “ocho barcos con 1.200 misiles y un submarino apuntan a Venezuela”, calificando la situación como “la amenaza más grande que se haya visto en el continente en los últimos cien años”. Analistas militares señalan que, si bien la flota es considerablemente superior a la capacidad naval venezolana, su composición parece más orientada a la disuasión y a la “diplomacia de buque de guerra” que a una invasión a gran escala. Exfuncionarios como el exembajador James Story han afirmado que “no es una fuerza de invasión”, sino una “muestra de fuerza” para apoyar operaciones antinarcóticos y enviar un mensaje a actores dentro de Venezuela. La movilización ha generado una fuerte reacción diplomática en la región, llevando a Colombia a convocar una reunión de urgencia de la CELAC para abordar la situación y reafirmar a América Latina como “zona de paz”.