Esta clasificación no solo tiene implicaciones diplomáticas y financieras, sino que también proporciona un marco legal para que Estados Unidos utilice herramientas militares y de inteligencia en su contra, como se evidenció en el reciente ataque a una embarcación en el Caribe. El Tren de Aragua, una megabanda criminal de origen venezolano con presencia transnacional, fue calificada por el presidente Trump como una “organización terrorista extranjera designada, responsable de asesinatos, narcotráfico, trata sexual y actos de violencia en todo el hemisferio”. Washington sostiene que este grupo opera “bajo el control de Nicolás Maduro”. De manera similar, el Cartel de los Soles, una presunta organización de narcotráfico integrada por altos mandos militares venezolanos, fue declarado grupo terrorista por el Departamento del Tesoro.

Estados Unidos acusa a Maduro y a Diosdado Cabello de liderar esta estructura.

Esta designación es una pieza clave en la narrativa de Washington que presenta a Venezuela como un “narcoestado”. El secretario de Estado, Marco Rubio, defendió que esta estrategia permite utilizar “otros elementos del poder estadounidense, como las agencias de inteligencia y el Departamento de Defensa, para atacar a estos grupos”. El gobierno venezolano ha negado sistemáticamente la existencia del Cartel de los Soles, calificándolo como una invención para justificar la agresión estadounidense. El presidente colombiano, Gustavo Petro, también ha expresado que dicho cartel “no existe”, lo que evidencia las diferentes percepciones sobre la naturaleza de estas organizaciones en la región.