La crisis entre Estados Unidos y Venezuela ha generado una profunda división en América Latina y el Caribe, donde coexisten tanto el rechazo al intervencionismo militar como el apoyo a las medidas de presión de Washington, mientras iniciativas como la convocatoria de la CELAC buscan abrir un canal para la desescalada. La respuesta regional no ha sido monolítica. Por un lado, una corriente mayoritaria, articulada a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y liderada por Colombia, ha rechazado la intervención externa y ha convocado a una reunión de cancilleres para reafirmar la región como "Zona de Paz". Gobiernos como los de México y Cuba han condenado enérgicamente la movilización militar estadounidense, calificándola de "matoneo" e "injerencia". Por otro lado, un bloque de países se ha alineado con la postura de Estados Unidos.
Argentina, Ecuador y Paraguay han designado oficialmente al "Cartel de los Soles" como organización terrorista.
De manera aún más contundente, Trinidad y Tobago ha ofrecido su territorio a las fuerzas estadounidenses en caso de un conflicto.
Esta polarización refleja las divisiones ideológicas del continente y complica la posibilidad de una respuesta regional unificada, dejando a la CELAC como el principal foro que intenta, con un apoyo no unánime, encontrar una solución pacífica y negociada a una crisis que amenaza con desestabilizar a todo el hemisferio.
En resumenLa región se encuentra dividida ante la crisis: mientras un grupo de países liderado por Colombia busca una solución diplomática a través de la CELAC y rechaza la injerencia, otro bloque se alinea con la estrategia de presión de Estados Unidos, evidenciando la fractura política del continente.