Varios artículos analizan la viabilidad y las implicaciones de una intervención directa.
El paralelismo con Panamá es recurrente: en ambos casos, EE.
UU. ha justificado sus acciones con acusaciones de narcotráfico contra el líder del país.
Sin embargo, los análisis también subrayan diferencias cruciales.
Venezuela es un país mucho más extenso y con unas fuerzas armadas más robustas y leales al chavismo que las de Panamá en 1989.
Además, cuenta con el respaldo de potencias como Rusia y China.
Por ello, una operación militar directa podría derivar en un conflicto prolongado y de alto costo.
El exembajador de EE.
UU. en Venezuela, James Story, ha declarado que la flota actual "no es una fuerza de invasión" y que su tamaño no es suficiente para un "enfrentamiento militar total". La mayoría de los análisis coinciden en que la estrategia más plausible no es una invasión a gran escala, sino una combinación de "cerco progresivo": presiones diplomáticas, sanciones económicas, operaciones encubiertas y una disuasión militar para forzar fracturas internas en el régimen chavista.