En respuesta directa a la presencia naval de Estados Unidos, el gobierno de Nicolás Maduro ha activado un plan de defensa nacional que combina el despliegue de sus fuerzas armadas regulares con una masiva jornada de alistamiento de la Milicia Bolivariana, proyectando una imagen de resistencia y preparación ante una posible agresión. El gobierno venezolano ha calificado el despliegue estadounidense como una "amenaza extravagante" y ha tomado medidas concretas en varios frentes. Por un lado, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, anunció el despliegue de 15.000 efectivos militares en los estados fronterizos con Colombia, como Táchira y Zulia, en una operación que incluye patrullaje naval en el Lago de Maracaibo y el Golfo de Venezuela, así como el uso de drones. Por otro lado, Maduro ha hecho un llamado a la población civil para unirse a la Milicia Bolivariana, con el objetivo declarado de alcanzar 4.5 millones de miembros.
Se instalaron puntos de registro en plazas y edificios públicos, donde acudieron funcionarios, jubilados y amas de casa.
El presidente venezolano ha emitido declaraciones desafiantes, asegurando que "no hay forma de que Estados Unidos invada Venezuela" y que el país está preparado para defender su "paz, soberanía e integridad territorial".
Esta estrategia busca, por un lado, disuadir una acción militar directa y, por otro, consolidar el apoyo interno bajo la bandera de la amenaza externa, una táctica recurrente del chavismo para cohesionar a sus bases y justificar el control social.
En resumenLa respuesta de Venezuela a la presión estadounidense ha sido una demostración de fuerza interna, movilizando tanto a su ejército regular en zonas estratégicas como a una milicia civil masiva, en un esfuerzo por disuadir una intervención y reforzar la narrativa de defensa de la soberanía nacional.