En repetidas apariciones públicas, Maduro ha asegurado que su país está preparado para defenderse y que una invasión es imposible.

Frases como “No hay forma de que le entren a Venezuela” o “A Venezuela no la toca nadie” se han convertido en el eje de su comunicación. Califica el despliegue naval estadounidense como una “amenaza extravagante, estrambótica y estrafalaria de un imperio en decadencia” y un “intento ilegal de cambio de régimen”.

Además, ha afirmado que estas acciones, lejos de debilitarlo, han fortalecido a su gobierno y han aumentado el apoyo nacional e internacional. Maduro también ha dirigido ataques personales contra funcionarios estadounidenses, acusando al secretario de Estado, Marco Rubio, de “odiar a Venezuela” y de liderar “planes de guerra psicológica y política”. En un gesto simbólico, durante un discurso en la Asamblea Nacional, leyó una proclama de 1902 del expresidente Cipriano Castro, quien enfrentó un bloqueo naval europeo, buscando trazar un paralelismo histórico de resistencia frente a la agresión extranjera. Esta estrategia retórica le permite desviar la atención de la crisis interna y consolidar su narrativa de víctima de una conspiración imperialista.