La combinación de buques anfibios, destructores con misiles guiados y un submarino nuclear representa una capacidad ofensiva innegable.

El gobierno venezolano ha interpretado esta movilización como un preludio a una “intervención militar” y un “zarpazo terrorista”.

Sin embargo, varias voces expertas citadas en los artículos tienden a descartar una invasión a gran escala en el corto plazo. El exembajador de Estados Unidos en Venezuela, James Story, afirmó que la flota “no es una fuerza de invasión” y que el número de tropas es insuficiente para un enfrentamiento total, comparándolo con los contingentes mucho mayores utilizados en Granada y Panamá. Según esta perspectiva, el objetivo de Washington no sería una ocupación, sino generar una presión psicológica y militar tan intensa que provoque una ruptura interna en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) o en la élite chavista. La estrategia buscaría asfixiar las fuentes de financiamiento ilícito del régimen y erosionar las lealtades, forzando una transición política sin necesidad de un conflicto armado directo. Se trataría de una maniobra de “máxima presión” que combina disuasión militar, sanciones económicas y cerco judicial.