El gobierno venezolano ha recibido el respaldo explícito de sus aliados tradicionales.

Rusia, a través de su canciller Sergei Lavrov, reafirmó su apoyo a Caracas en la defensa de su soberanía.

China también se pronunció en contra del despliegue militar, instando a Estados Unidos a no usar la fuerza y a contribuir a la paz regional.

Gobiernos de izquierda como los de Cuba, México, Bolivia y Nicaragua, junto a la alianza ALBA, condenaron lo que consideran un acto de “injerencia” e “intervencionismo”.

En el otro extremo, Trinidad y Tobago ha ofrecido un apoyo contundente a Estados Unidos.

La primera ministra Kamla Persad-Bissessar declaró que, si Venezuela ataca a Guyana, su país permitiría el acceso de fuerzas estadounidenses a su territorio “sin dudar”. Este respaldo se justifica por el aumento de la violencia ligada al narcotráfico en el Caribe.

Francia también ha reforzado su presencia militar en Guadalupe, alineándose con los objetivos antinarcóticos de Washington. Mientras tanto, Colombia mantiene una posición compleja; el presidente Gustavo Petro ha advertido que una invasión a Venezuela convertiría al país en “una Siria”, pero al mismo tiempo ha coordinado con Maduro el refuerzo de la seguridad en la frontera común.