El operativo incluye el envío de múltiples buques de guerra, entre ellos los destructores de misiles guiados USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, el crucero USS Lake Erie, y un grupo anfibio compuesto por los buques USS Iwo Jima, USS San Antonio y USS Fort Lauderdale. Además, se ha confirmado la presencia de un submarino de ataque de propulsión nuclear, el USS Newport News, y aviones de reconocimiento P-8 Poseidon, sumando un contingente de entre 4.000 y 9.000 efectivos, incluyendo infantes de marina. La justificación oficial de Washington es la de combatir a los carteles del narcotráfico, a los que ha calificado de “organizaciones narcoterroristas”. Sin embargo, la magnitud y capacidad ofensiva de la flota han llevado a analistas y al propio gobierno venezolano a interpretarlo como una medida de presión directa para forzar un cambio de régimen. El exembajador estadounidense Jimmy Story expresó dudas sobre la capacidad de esta flota para una invasión, comparándola con operaciones pasadas de mayor envergadura en Granada y Panamá, sugiriendo que la estrategia podría centrarse en otras acciones como la interdicción de drogas o la disuasión. La Casa Blanca, por su parte, ha afirmado estar dispuesta a usar “todos los elementos de su poder” para detener el flujo de drogas, vinculando directamente estas operaciones con la cúpula del gobierno de Nicolás Maduro.