La presión de Estados Unidos sobre Nicolás Maduro ha alcanzado un nuevo nivel con el aumento de la recompensa por información que conduzca a su captura a 50 millones de dólares, una cifra que lo sitúa entre los fugitivos más buscados del mundo y que busca incentivar fracturas dentro del régimen chavista. Este incremento, anunciado por la fiscal general Pam Bondi, representa una duplicación de la oferta anterior de 25 millones de dólares y es significativamente mayor que los 15 millones ofrecidos en 2020. La medida se extiende a otros altos funcionarios, como Diosdado Cabello, por quien se ofrecen 25 millones.
La justificación de Washington se centra en las acusaciones de narcoterrorismo y el presunto liderazgo de Maduro en el Cartel de los Soles. La fiscal Bondi afirmó que la DEA ha incautado toneladas de cocaína vinculadas a Maduro y sus socios. Como parte de esta ofensiva judicial y financiera, el gobierno de Trump también ha confiscado más de 700 millones de dólares en activos relacionados con el mandatario venezolano, incluyendo “dos jets privados de varios millones de dólares, múltiples casas, una mansión en República Dominicana, múltiples casas de millones de dólares en Florida”, además de joyas y caballos de carreras. Estratégicamente, la recompensa no solo busca la captura, sino también sembrar la desconfianza y erosionar la lealtad en el círculo íntimo de Maduro, transformando la presión política en una cacería de alto perfil que lo trata como un capo criminal en lugar de un jefe de Estado.
En resumenAl aumentar la recompensa por Maduro a 50 millones de dólares y confiscar cientos de millones en activos, EE. UU. ha transformado su presión política en una cacería de alto perfil, utilizando incentivos financieros para fomentar la disidencia interna y tratar al mandatario venezolano como un líder criminal.