El despliegue naval en el Caribe es un ejemplo claro de esta táctica: una demostración de fuerza para coercionar sin invadir, generando altos costos para el adversario.

Esta presión militar se complementa con un robusto arsenal legal y económico.

La designación de cárteles como organizaciones terroristas, el aumento de recompensas millonarias por la captura de altos funcionarios y la confiscación de activos son herramientas que buscan debilitar al gobierno venezolano desde adentro. La meta de Washington, según los análisis, es sacar a Maduro del poder, pero evitando una invasión clásica como la de Panamá en 1989. En su lugar, se opta por escenarios de máxima presión político-militar, donde la recompensa por la captura de Maduro y el descontento interno podrían actuar como catalizadores para una transición. Esta estrategia, heredada del legado empresarial de Trump, se basa en generar presión, incertidumbre y costos elevados hasta forzar concesiones o el colapso del adversario.

La combinación de estas herramientas busca dejar claro que “todas las cartas están sobre la mesa”, manteniendo al régimen chavista en un estado de acorralamiento constante.