El canciller venezolano, Yván Gil, se alineó con esta visión, afirmando que su país está preparado para enfrentar “agresiones de carácter psicológico”. Algunos análisis sugieren que la demostración de fuerza podría tener motivaciones de política interna estadounidense, como ganar apoyo entre el electorado latino en Florida de cara a las elecciones de medio término. Sin embargo, otras voces, como la del exsubdirector de inteligencia del Comando Sur, Jesús Daniel Romero, no descartan una operación directa. Romero argumenta que el marco legal para una acción militar ha sido establecido al designar a Maduro y al Cartel de los Soles como una organización terrorista, lo que permitiría una “extracción” del mandatario como un fugitivo de la ley, similar a las operaciones en Panamá o Granada, en lugar de una invasión a gran escala como en Irak. Esta ambigüedad estratégica mantiene en vilo tanto al gobierno venezolano como a la comunidad internacional, ya que la operación funciona simultáneamente como misión antidrogas, herramienta de presión diplomática y amenaza militar creíble.
