La masiva presencia militar estadounidense en el Caribe ha desatado un intenso debate entre analistas y exfuncionarios sobre las verdaderas intenciones de la administración Trump: ¿se trata de una amenaza disuasoria o del preludio de una intervención militar directa en Venezuela? Las opiniones están divididas, reflejando la ambigüedad y la gravedad de la situación. Algunos expertos, como el profesor David Mendieta de la Universidad de Medellín, sostienen que la acción “no puede traducirse en una toma militar, sino más bien una amenaza”. Según esta perspectiva, el despliegue de buques y el aumento de la recompensa por Maduro buscan presionar al régimen para forzar una negociación o una fractura interna, sin llegar a un conflicto abierto.
Sin embargo, otros análisis no descartan un escenario más agresivo.
Varios artículos comparan la situación actual con la invasión a Panamá en 1989 para derrocar a Manuel Antonio Noriega, quien también fue acusado de narcotráfico por Estados Unidos.
Jesús Daniel Romero, exsubdirector de inteligencia de las fuerzas navales del Comando Sur, afirmó que el marco legal actual, que designa al Cartel de los Soles como organización terrorista, le otorga al presidente de EE. UU. la autorización para “llevar a cabo operaciones clandestinas” e incluso el “uso de fuerzas militares”.
Romero no descartó escenarios como una “extracción de Nicolás Maduro como fugitivo” por parte de fuerzas estadounidenses o una operación interna facilitada por miembros del propio gobierno venezolano.
Esta dualidad de interpretaciones evidencia la incertidumbre que rodea la estrategia de Washington, que parece moverse entre la presión diplomática y la opción militar, manteniendo a la región en vilo.
En resumenLa discusión sobre si la movilización militar estadounidense es una táctica de presión o el preámbulo de una invasión domina el análisis geopolítico, con argumentos que van desde una operación disuasoria hasta la posibilidad de una extracción forzosa de Nicolás Maduro, similar a la de Noriega en Panamá.