A estos buques se suman aproximadamente 4.000 efectivos, entre marines y marineros, un submarino de ataque de propulsión nuclear y aviones de vigilancia P-8 Poseidon.
La Casa Blanca ha justificado la medida como una respuesta necesaria para combatir a los carteles latinoamericanos, a los que responsabiliza del flujo de fentanilo y otras drogas hacia su territorio. La portavoz Karoline Leavitt afirmó que el presidente Trump está preparado para “usar todo su poder” para detener el narcotráfico. Aunque el Pentágono ha señalado que las operaciones se realizarán en aguas y espacio aéreo internacionales, fuentes anónimas citadas en los artículos no descartan que la flota pueda servir como plataforma para “ataques selectivos” si se autoriza. Este despliegue se enmarca en una política más amplia de la administración Trump, que en febrero designó a varios carteles, incluido el “Cartel de los Soles” presuntamente vinculado al gobierno venezolano, como organizaciones terroristas, lo que proporciona un marco legal para acciones militares directas. Analistas comparan esta demostración de fuerza con la invasión a Panamá en 1989, subrayando el potencial de una escalada en el conflicto.