Esta cifra es una de las más altas ofrecidas en la historia del programa de recompensas estadounidense. La decisión de la administración Trump de duplicar la recompensa por Nicolás Maduro, anunciada el 7 de agosto por la fiscal general Pam Bondi, representa una escalada significativa en la estrategia de presión personalizada contra el mandatario venezolano. Varios artículos destacan que la nueva cifra de 50 millones de dólares supera la que en su momento se ofreció por Osama Bin Laden, subrayando la seriedad con la que Washington aborda el caso. Esta acción se enmarca en el Programa de Recompensas por Narcóticos (NRP) y está directamente vinculada a las acusaciones que pesan sobre Maduro desde 2020 por narcotráfico, terrorismo y corrupción, como presunto líder del “Cartel de los Soles”.
Al poner un precio tan elevado a su captura, Estados Unidos no solo busca obtener información crucial, sino que también envía un mensaje contundente a los círculos internos del poder en Venezuela, con la posible intención de incentivar deslealtades y fracturar el apoyo al gobierno. La medida complementa las acciones militares y económicas, conformando un enfoque multifacético que busca aislar y desestabilizar al régimen chavista desde todos los frentes posibles.