Las relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos atraviesan una crisis que podría mantenerse hasta el final del gobierno de Gustavo Petro, marcando un complejo escenario internacional de cara a las elecciones de 2026. La tensión escaló tras la revocación de la visa estadounidense al presidente Petro y a varios de sus ministros, una medida que Washington justificó por las “acciones imprudentes e incendiarias” del mandatario durante una manifestación pro-Palestina en Nueva York, donde llamó a los soldados estadounidenses a desobedecer a Donald Trump. En respuesta, la canciller Rosa Villavicencio y otros miembros del gabinete renunciaron a sus visas como acto de solidaridad.
Petro, por su parte, ha endurecido su discurso, pidiendo a EE.
UU. “no entrometerse en la política interna de Colombia” y denunciando la descertificación en la lucha antidrogas como una “humillación”.
El conflicto también se ha extendido al ámbito militar, con Petro criticando los ataques de EE. UU. a presuntas “narcolanchas” en el Caribe, calificándolos de “asesinato” de “jóvenes pobres del Caribe” y no de “narcoterroristas”.
Además, reveló que EE. UU. retiró 150 armas que custodiaban la Casa de Nariño, un acto que consideró “indigno”. Frank Mora, exfuncionario de Obama, afirmó que la relación “no va bien” y que Washington podría estar esperando a que pasen los próximos meses de intensa campaña política en Colombia, aunque advirtió que con Trump “aranceles y otras opciones podrían estar sobre la mesa”. Esta confrontación define un entorno de incertidumbre en la cooperación bilateral y se convierte en un eje de la narrativa política del gobierno Petro.
En resumenLa relación entre los gobiernos de Gustavo Petro y Donald Trump se encuentra en un punto crítico, marcado por la revocación de visas, críticas a la lucha antidrogas y una retórica de confrontación. Esta tensión diplomática configura un complejo panorama internacional que influirá en el debate electoral de 2026 y en la cooperación estratégica entre ambos países.