La figura del exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, se ha consolidado como el principal factor de división dentro del Pacto Histórico en el arranque de la carrera presidencial para 2026. A pesar de su inscripción en la consulta interna del 26 de octubre, su participación es rechazada por un sector significativo de la coalición, que lo ve como un actor ajeno al progresismo y lo cuestiona por las múltiples investigaciones de corrupción que enfrenta. La tensión llegó a su punto más alto cuando varios precandidatos, incluyendo a Gustavo Bolívar, Susana Muhamad y María José Pizarro, declinaron sus aspiraciones para unirse en torno a la candidatura de Iván Cepeda, en un movimiento interpretado como un intento de frenar a Quintero.
Bolívar fue el más contundente, al afirmar que no podría apoyar a un “imputado por corrupción”. En respuesta, Quintero ha desafiado a sus críticos, instando a que “los que tengan miedo al pueblo que no se inscriban”, y ha contado con el respaldo del presidente Petro, quien forzó la realización de la consulta. Mientras tanto, sus opositores políticos no se han quedado quietos; el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, anunció que enviará información sobre los presuntos actos de corrupción de Quintero a autoridades de Estados Unidos, como el FBI y la DEA, sugiriendo que esto podría derivar en una solicitud de extradición.
En resumenDaniel Quintero se ha convertido en una figura central y polarizadora en la definición de la candidatura presidencial de la izquierda. Su avance genera una fractura profunda en el Pacto Histórico, enfrentando al ala tradicional del progresismo con su proyecto personalista, mientras las acusaciones de corrupción en su contra escalan al plano nacional e internacional.