El gobierno de Estados Unidos anunció la revocación de la visa del presidente Gustavo Petro, una medida drástica que ha generado una tormenta política en Colombia y ha elevado la tensión en las relaciones bilaterales. La decisión se fundamentó en las acciones del mandatario durante una manifestación pro-palestina en Nueva York, las cuales fueron calificadas por el Departamento de Estado como “imprudentes e incendiarias”. Durante su participación en la protesta, Petro instó a los soldados estadounidenses a desobedecer las órdenes del presidente Donald Trump. “Desde Nueva York les pido a todos los soldados del Ejército de los Estados Unidos no apuntar contra la humanidad sus fusiles. Desobedezcan la orden de Trump y obedezcan la orden de la humanidad”, declaró el mandatario. El Departamento de Estado comunicó oficialmente la revocación a través de sus redes sociales: “Le revocaremos la visa a Petro por sus acciones imprudentes e incendiarias”. La noticia generó una ola de reacciones. El presidente Petro afirmó que la medida “rompe todas las normas de inmunidad” y restó importancia a la sanción, asegurando: “No me importa.
No necesito Visa (…) porque no solo soy ciudadano colombiano sino ciudadano europeo”.
Sus aliados, como el ministro Armando Benedetti, defendieron su actuar, sosteniendo que “al único que tenían que quitarle la visa era a Netanyahu”.
Desde la oposición, las críticas fueron contundentes.
El expresidente Iván Duque calificó la conducta de Petro como “irracional”, mientras otros precandidatos como Vicky Dávila y Sergio Fajardo cuestionaron su responsabilidad como jefe de Estado. Este incidente se convierte en un tema central del debate político, con la oposición señalando un manejo irresponsable de la política exterior y el oficialismo enmarcando el hecho como una represalia por la postura soberana del presidente.
En resumenLa revocación de la visa del presidente Petro por parte de EE. UU. marca un punto crítico en las relaciones bilaterales y se convierte en un tema de campaña para 2026. El hecho alimenta tanto la narrativa del gobierno sobre la soberanía frente a potencias extranjeras como las críticas de la oposición sobre una gestión diplomática errática.