A cuatro décadas, el lugar donde murió Omaira Sánchez se ha convertido en un sitio de peregrinación, con una tumba improvisada donde los visitantes dejan flores y agradecen favores.

Sin embargo, para muchos sobrevivientes, las heridas siguen abiertas.

La Defensoría del Pueblo ha señalado que la reparación a las víctimas sigue inconclusa y ha destacado la dramática situación de los cientos de niños que desaparecieron en medio del caos y que, en muchos casos, fueron dados en adopción de manera irregular. En un acto de reparación simbólica, el ICBF anunció la apertura y digitalización del “libro rojo”, un archivo histórico con registros de 179 menores rescatados, con la esperanza de facilitar reencuentros familiares, como el de Esperanza Fierro, quien encontró a su hija en Suiza después de 35 años de búsqueda.