Este desastre impulsó la creación del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres. La figura de Omaira Sánchez, la niña de 13 años que agonizó durante tres días atrapada en el lodo, sigue siendo un ícono mundial de la tragedia, y su tumba en las ruinas de Armero es hoy un lugar de peregrinación. Una de las heridas más profundas que dejó Armero es la de los niños perdidos, muchos de los cuales fueron dados en adopción de manera irregular. En un acto de reparación simbólica, el ICBF hizo público el “libro rojo”, un documento histórico con registros de 179 menores rescatados, con la esperanza de facilitar reencuentros familiares. Los eventos conmemorativos incluyeron eucaristías, una lluvia de flores y un llamado a no olvidar para no repetir la historia.