A 40 años de la tragedia de Armero, persiste el reclamo por la negligencia estatal y la búsqueda de los niños desaparecidos
En la conmemoración de los 40 años de la tragedia de Armero, Colombia recuerda el desastre natural más devastador de su historia, mientras las voces de sobrevivientes y expertos reafirman que la catástrofe pudo haberse evitado. La memoria del evento está marcada por el dolor de las más de 23.000 vidas perdidas y la herida abierta de cientos de niños que desaparecieron en medio del caos. El 13 de noviembre de 1985, la erupción del volcán Nevado del Ruiz provocó una avalancha que sepultó al municipio de Armero, Tolima. Cuatro décadas después, los análisis y testimonios, como el del excongresista Hernando Arango Monedero, confirman que existían advertencias científicas claras sobre el riesgo inminente, pero fueron ignoradas por el gobierno de la época. La Defensoría del Pueblo emitió un informe en el que califica el desastre como una tragedia que pudo prevenirse y exhorta al Estado a reconocer su responsabilidad y a completar la reparación de las víctimas. Uno de los dramas más persistentes es el de los niños desaparecidos, estimados en más de 500. Organizaciones de sobrevivientes y familiares continúan la búsqueda, denunciando que muchos menores fueron dados en adopción de manera irregular en Colombia y el extranjero. En un gesto histórico, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) anunció la apertura y digitalización del llamado “Libro Rojo”, un archivo que contiene registros de 179 niños rescatados, con la esperanza de facilitar reencuentros familiares, como el de Esperanza Fierro, quien encontró a su hija en Suiza después de 35 años. La tumba de Omaira Sánchez, la niña cuyo rostro agonizante se convirtió en símbolo mundial de la tragedia, sigue siendo un lugar de peregrinación, un recordatorio constante de la negligencia y el sufrimiento que marcaron a toda una generación.



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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.






