La muerte de siete personas privadas de la libertad tras un incendio en la estación de Policía de Funza, Cundinamarca, ha destapado una grave crisis en los centros de detención transitoria del país. El incidente, que se originó durante un motín, ha suscitado denuncias de familiares y ha puesto en el centro del debate el hacinamiento y las condiciones de reclusión. La tragedia comenzó en la noche del 16 de septiembre, cuando un grupo de reclusos, presuntamente en protesta por un posible traslado, quemó varias colchonetas, lo que provocó una rápida propagación de humo tóxico. El balance inicial de cinco fallecidos ascendió a siete en los días posteriores, entre ellos Edgar Darío Cárdenas Martínez, de 53 años.
Las víctimas murieron por inhalación de humo, no por quemaduras.
Otros cinco internos permanecen en estado crítico en unidades de cuidados intensivos.
La Defensoría del Pueblo calificó el hecho como una “señal de alarma” que refleja “vulneraciones sistemáticas” de derechos humanos, atribuyendo la crisis a la “inacción histórica” de las entidades territoriales por no solucionar el hacinamiento. Familiares de las víctimas han denunciado presuntos maltratos previos al incendio y una respuesta tardía de las autoridades, con acusaciones como “los dejaron morir”. El gobernador de Cundinamarca, Jorge Emilio Rey, confirmó el listado de fallecidos y solicitó una investigación exhaustiva a la Fiscalía, mientras la Procuraduría también abrió una indagación para determinar si hubo omisiones por parte de los uniformados.
En resumenLa muerte de siete reclusos en Funza ha puesto de manifiesto la crítica situación de hacinamiento y las precarias condiciones en los centros de detención transitoria de Colombia. Mientras las autoridades investigan las causas del motín y el posterior incendio, la Defensoría del Pueblo y los familiares de las víctimas exigen cambios estructurales para prevenir futuras tragedias y garantizar los derechos humanos de la población privada de la libertad.