La muerte de Luis Fernando Sánchez Caicedo, asesor de la alcaldesa de Mosquera (Nariño), durante un confuso incidente con la Armada Nacional ha desatado una crisis institucional. El suceso, que también dejó un escolta herido, enfrenta las versiones de las autoridades locales con las de la Fuerza Naval y ha motivado la apertura de investigaciones disciplinarias. El incidente ocurrió en la madrugada del 8 de septiembre, cuando la embarcación en la que se movilizaba la alcaldesa Karen Lizeth Pineda fue atacada a tiros en el río Patía. La versión de la Armada Nacional, expresada por el almirante Camilo Mauricio Gutiérrez, sostiene que sus unidades actuaron siguiendo protocolos de seguridad al detectar una lancha que se desplazaba a alta velocidad, sin luces y en curso de colisión, lo que fue considerado una amenaza en una zona con alta presencia de narcotráfico.
Según la Armada, se realizaron advertencias verbales y disparos preventivos. Sin embargo, esta narrativa contrasta fuertemente con la de la Alcaldía de Mosquera y la de la propia alcaldesa, quienes aseguran que el ataque fue desproporcionado y no medió advertencia alguna. La administración municipal rechazó la estigmatización y exigió una rectificación.
El presidente Gustavo Petro se pronunció sobre el hecho, lamentando la muerte de Sánchez y atribuyendo el desenlace a un “incumplimiento de los protocolos de seguridad” por parte de un guardia en un retén oficial. A raíz de la gravedad y las versiones encontradas, la Procuraduría General de la Nación ordenó la apertura de una indagación disciplinaria contra la unidad militar involucrada para esclarecer las circunstancias, verificar el cumplimiento de los protocolos de uso de la fuerza y determinar responsabilidades. El organismo de control citará a declarar a la alcaldesa Pineda y al comandante de la unidad militar correspondiente.
En resumenLa muerte del funcionario Luis Fernando Sánchez ha expuesto una grave fractura de confianza entre las autoridades civiles y militares en Nariño. El caso, que ahora está en manos de la Procuraduría, pone a prueba los protocolos de la Fuerza Pública en zonas de conflicto y la capacidad del Estado para esclarecer hechos donde sus propias instituciones están implicadas.