La veterinaria Juliana Peña detalló que Indira era un ejemplar geriátrico y que, a pesar de los esfuerzos médicos, sufrió un paro cardiorrespiratorio irreversible. La necropsia preliminar confirmó que padecía una insuficiencia renal aguda, condición que se habría exacerbado por el shock y la pérdida de sangre. El Zoológico de Cali expresó su profundo pesar, declarando que "la vida y la muerte hacen parte del mismo camino" y que el recuerdo de Indira, quien vivió más de 15 años en la institución, perdurará. El incidente ha provocado una fuerte reacción pública, incluyendo la de la senadora Esmeralda Hernández, quien cuestionó el cautiverio de especies no nativas. En su cuenta de X, afirmó: “Animales tan majestuosos no deben ser condenados a una cárcel de por vida. Necesitan su hábitat, no un encierro con fines de entretenimiento”. El caso subraya los complejos desafíos del manejo de grandes felinos en cautiverio y la responsabilidad de garantizar su bienestar.
Fallecimiento de la tigresa Indira en el Zoológico de Cali
La muerte de Indira, una emblemática tigresa de Bengala blanca de 21 años, en el Zoológico de Cali ha generado una profunda conmoción nacional. El suceso, ocurrido tras un enfrentamiento con su propio hijo, ha reabierto el debate sobre las condiciones de los animales en cautiverio y la gestión de la fauna silvestre en el país. El 16 de agosto, Indira fue atacada por su hijo Kanú, un macho de 13 años con quien compartía hábitat desde hacía más de una década, en lo que se describió como una disputa territorial. El personal del zoológico activó de inmediato el protocolo de emergencia "código 99 violeta", logrando separar a los felinos. Aunque las heridas iniciales en el dorso de Indira no comprometieron órganos vitales, su avanzada edad y el estrés del ataque agravaron su estado.



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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.





