Por un lado, la política fiscal busca activamente promover la movilidad sostenible.

En Bogotá, los vehículos eléctricos nuevos disfrutan de un descuento del 60 % en el impuesto vehicular durante cinco años, que puede llegar al 70 % para taxis.

Los híbridos reciben un 40 %.

Estos beneficios locales se suman a los nacionales, como la tarifa reducida de IVA al 5 %.

En otro extremo, se busca proteger el patrimonio cultural automotriz.

Los vehículos antiguos y clásicos, identificados con placa azul, obtienen un descuento del 50 % en el impuesto vehicular, un beneficio que reconoce su valor histórico.

Por otro lado, las administraciones departamentales utilizan los impuestos como una fuente clave de ingresos y ofrecen alivios para mejorar el recaudo.

La Gobernación del Valle del Cauca, por ejemplo, implementó un "Descuentazo tributario" con rebajas escalonadas de hasta el 80 % en sanciones e intereses para deudores morosos del impuesto vehicular y otros tributos.

Esta estrategia busca motivar el pago oportuno y recuperar cartera vencida.

Este conjunto de medidas muestra cómo la tributación vehicular no es solo un mecanismo de recaudo, sino también un instrumento flexible para alcanzar objetivos ambientales, culturales y de gestión fiscal.