El proyecto de ley de financiamiento del Gobierno ha vuelto a poner sobre la mesa la polémica propuesta de que las iglesias paguen impuestos por sus actividades comerciales. La iniciativa busca que las confesiones religiosas tributen bajo el régimen ordinario del impuesto de renta por los ingresos que no estén directamente asociados a su culto. El Ministerio de Hacienda ha aclarado que la medida no pretende gravar las actividades religiosas, sino los negocios que algunas iglesias operan, como “venta de publicaciones y artículos, alquileres de salones y planes de turismo religioso”. La propuesta ha sido rechazada por líderes religiosos, quienes argumentan que su objetivo “no es el enriquecimiento, sino la construcción de tejido social” y que los recursos generados se reinvierten en obras sociales. En contraste, organizaciones como Dejusticia respaldan la medida, apelando a los principios de un Estado laico.
Sostienen que las exenciones tributarias a las iglesias favorecen a ciertas religiones sobre otras y sobre quienes no practican ninguna, además de ignorar que algunas congregaciones han acumulado grandes fortunas. El debate, por tanto, se mueve entre la defensa del rol social de las iglesias y la exigencia de equidad fiscal y un control más estricto sobre patrimonios que, según la DIAN, ascienden a $19 billones.
En resumenLa propuesta de gravar las actividades comerciales de las iglesias revive un sensible debate nacional sobre la equidad fiscal, el principio de Estado laico y el rol económico de las organizaciones religiosas en Colombia.