Analistas políticos y económicos advierten que la presentación de una reforma tributaria tan ambiciosa en un año preelectoral podría ser una estrategia deliberada del Gobierno para asegurar la aprobación del presupuesto de 2026 por decreto. Dado el escaso ambiente político en el Congreso para aprobar un aumento de impuestos, la reforma tendría altas probabilidades de ser hundida, un escenario que, según esta tesis, beneficiaría al Ejecutivo. El columnista Jorge Iván Cárdenas califica la tributaria como un “cañazo” para el Congreso, una especie de amenaza: “O aprueban la tributaria o el presupuesto sale por decreto”.
Esta estrategia permitiría al Gobierno evitar las negociaciones y recortes que exigiría el Legislativo, aprobando así los montos de gasto que desea inicialmente.
Además, le proporcionaría una narrativa política de victimización, culpando al Congreso por no proveer los recursos necesarios para los programas sociales.
El exministro José Manuel Restrepo comparte esta visión, al señalar que la reforma “termina siendo más bien una forma de victimizarse por parte del Gobierno ante la altamente probable derrota en el Congreso”. Este patrón ya se observó en 2024, cuando la ley de financiamiento fue negada y el presupuesto de 2025 tuvo que ser ajustado y finalmente expedido por decreto. La repetición de esta táctica en 2025 agravaría la incertidumbre fiscal y sentaría un precedente de debilitamiento del debate democrático en materia presupuestal, dejando al país con un alto nivel de gasto sin el correspondiente respaldo de ingresos permanentes.
En resumenExiste la sospecha de que la ambiciosa reforma tributaria es una táctica del Gobierno para forzar su hundimiento en el Congreso y así poder expedir el presupuesto por decreto. Esta estrategia le permitiría al Ejecutivo evitar recortes en el gasto y construir un discurso político en contra del Legislativo, a costa de la certidumbre fiscal y el debate democrático.