Este incidente representa un caso extremo y funesto de justicia ciudadana. Tras un accidente inicial, Cendales fue perseguido por un grupo de motociclistas hasta que su vehículo se detuvo. Un nuevo video de seguridad muestra a un agente de policía intentando protegerlo, pero siendo superado por una multitud de más de 30 personas que sacaron a Cendales del vehículo y lo golpearon hasta causarle la muerte. La narrativa se complica con las declaraciones de sus familiares, quienes afirman que su comportamiento errático no se debió al alcohol, sino a un grave trastorno mental.

Según su sobrino, Cendales padecía de depresión y estrés agudo, y su esposa había intentado, sin éxito, obtener ayuda policial para internarlo en una clínica psiquiátrica el día anterior a la tragedia. La familia niega que estuviera armado o fuera una persona violenta, atribuyendo su huida a un ataque de pánico. El caso expone una peligrosa fractura del orden social, donde la ira ciudadana escala a una violencia fatal, y plantea interrogantes sobre la intersección entre seguridad pública, el apoyo a la salud mental y los límites de la acción policial.