Esta práctica le causó una "pañalitis severa", con heridas e irritación avanzada en la zona perianal.

El segundo caso involucra a un mono capuchino (Cebus capucinus), que fue entregado por ciudadanos que lo rescataron de personas que presuntamente le suministraban drogas.

El animal llegó con bajo peso, pelaje sucio y un alto nivel de estrés.

Las autoridades recalcaron que estas especies no son nativas del Valle de Aburrá, lo que confirma que fueron extraídas de su hábitat natural.

El CAVR ha recibido 45 monos cariblancos y ocho capuchinos desde 2024, la mayoría crías, lo que subraya una trágica realidad: para capturar a un mono bebé, los traficantes suelen asesinar a su madre. Los expertos reiteraron que la tenencia de fauna silvestre como mascota es un delito que causa un sufrimiento inmenso a los animales y un grave daño a los ecosistemas.