En su defensa, la funcionaria ha sido enfática en que los videos son grabados en su casa, fuera del horario laboral, y que su pasatiempo no interfiere con su desempeño profesional.
Cabrera ha calificado el proceso como un “juicio moral” y ha denunciado un manejo sexista por parte del magistrado instructor.
“A un hombre nunca se le cuestionan sus capacidades profesionales ni laborales por su vida personal...
Ese tipo de señalamientos y juzgamientos solo van hacia las mujeres”, declaró.
La controversia escaló cuando la Comisión de Disciplina Judicial ordenó la incautación de su teléfono celular personal, medida que la jueza rechazó por vulnerar su intimidad. El caso también ha visibilizado su historia personal, marcada por la violencia del conflicto armado, que le arrebató a su padre, hermano y esposo, una experiencia que, según ella, le ha dado la fortaleza para no dejarse intimidar. Mientras el proceso avanza, la situación de la jueza Cabrera se ha convertido en un símbolo de la tensión entre la imagen tradicional de la judicatura y la expresión individual en la era digital.