Un acto de crueldad animal sin precedentes ha conmocionado al municipio de Ocaña, Norte de Santander, donde un hombre fue capturado en flagrancia tras ser denunciado por decapitar palomas utilizando únicamente sus dientes. El hecho, ocurrido en un espacio público, ha generado un amplio debate sobre la salud mental y la aplicación de las leyes de protección animal en el país. El individuo, identificado como Ronald Stiven Trigos Rodríguez, de 21 años, fue detenido el 15 de septiembre en la Plazoleta 29 de Mayo después de que la comunidad alertara a las autoridades. Según testigos, el joven llevaba varias semanas apareciendo en el lugar para cazar a las aves, trepando a los palomares para atraparlas y luego decapitarlas con la boca. La abogada y activista Nohora Pinto relató que "subió a las palomeras y empezó con sus dientes a arrancar la cabeza de las palomas".
La conducta había generado alarma previamente, ya que se habían encontrado otras aves decapitadas en parques cercanos.
La Policía Nacional logró su captura en flagrancia mientras intentaba huir.
La Fiscalía General de la Nación le imputó el delito de maltrato animal agravado, cargo que el acusado no aceptó. A pesar de ello, un juez de control de garantías le impuso medida de aseguramiento en un centro carcelario mientras avanza la investigación.
El caso ha suscitado una fuerte reacción pública, con ciudadanos que expresan preocupación tanto por el bienestar animal como por la salud mental del implicado.
Un habitante citado en los reportes señaló: “Ese señor debe tener un trastorno mental”, mientras que otro advirtió sobre una posible escalada de violencia: “Hoy son las pobres palomas, mañana podría atacar a una persona”. El proceso judicial se enmarca en la Ley 1774 de 2016, que contempla penas de 12 a 36 meses de prisión para quienes cometan actos de crueldad contra los animales.
En resumenLa captura de Ronald Stiven Trigos Rodríguez en Ocaña por decapitar palomas con sus dientes ha generado una fuerte reacción pública. El caso, que está siendo investigado bajo el delito de maltrato animal agravado, pone de manifiesto la brutalidad del acto y suscita interrogantes sobre la salud mental del implicado y la efectividad de las leyes de protección animal en Colombia, mientras las autoridades avanzan en el proceso judicial para determinar las sanciones correspondientes.