Tras Más de 50 Años, un Hidroavión Vuelve a Aterrizar en la Ciénaga de Ayapel
En un evento que fusiona nostalgia y visión de futuro, un hidroavión aterrizó en la Ciénaga de Ayapel, Córdoba, por primera vez en más de medio siglo. Este hito histórico es parte de una ambiciosa estrategia de la Gobernación para posicionar al departamento como un destino de turismo sostenible y de alto nivel, reviviendo una forma de transporte que fue clave en la región en las décadas de 1950 y 1960. El vuelo de prueba, que partió del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, no fue solo una maniobra logística, sino un acto simbólico que busca reescribir la historia turística de Ayapel, un humedal de importancia internacional declarado sitio Ramsar. El regreso de los hidroaviones es una apuesta insólita por su combinación de modernidad y tradición, recuperando una tecnología del pasado para impulsar una economía del futuro. El gobernador de Córdoba, Erasmo Zuleta Bechara, calificó el día como “histórico” y una “promesa cumplida” para una comunidad que ve en el turismo una oportunidad de progreso. La empresa Searca, encargada de la operación, destacó el potencial de la región para el turismo especializado. El proyecto contempla la creación de una nueva ruta turística que conectará Medellín con Ayapel, Mompox y Cartagena, aprovechando los cuerpos de agua como pistas de aterrizaje naturales. Este enfoque no solo mejora la conectividad de zonas de difícil acceso, sino que también promueve un modelo de desarrollo que valora y protege el patrimonio natural, convirtiendo a la Ciénaga de Ayapel en un símbolo de innovación y desarrollo regional.



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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.






