Según versiones preliminares, la agresión fue una represalia porque el estudiante, Josué Pereza Pineda, habría empujado accidentalmente a una compañera, ensuciando su uniforme.

En lugar de seguir los conductos regulares de la institución para resolver el conflicto, los padres de la niña decidieron tomar la justicia por su propia mano. Ingresaron al colegio, se dirigieron directamente al salón de clases del adolescente y, en presencia de otros estudiantes y docentes, lo atacaron físicamente.

La víctima resultó con heridas visibles en el rostro, pero el impacto más profundo fue el pánico y la zozobra que se generó en la comunidad educativa. Lo más preocupante del caso es la vulnerabilidad de la seguridad del plantel, ya que los agresores lograron entrar sin ningún tipo de control o restricción. Este incidente ha llevado a padres, docentes y directivos a exigir una investigación exhaustiva y, sobre todo, la implementación urgente de protocolos de seguridad más estrictos para proteger la integridad de los estudiantes y evitar que los recintos educativos se conviertan en escenarios de violencia.