Según el mandatario, solo faltan detalles técnicos para poner en marcha los envíos del combustible.

Este movimiento es de gran relevancia para ambos países. Para Venezuela, representa una oportunidad para generar ingresos y reactivar parte de su industria de hidrocarburos, severamente afectada por años de crisis y sanciones internacionales. Para Colombia, que enfrenta debates internos sobre su propia seguridad energética y la necesidad de diversificar sus fuentes de suministro, la importación de gas venezolano podría ofrecer una alternativa viable y geográficamente cercana. El potencial acuerdo señala un giro pragmático en la relación entre los dos gobiernos, donde las necesidades económicas parecen primar sobre las históricas diferencias políticas, abriendo un nuevo capítulo de cooperación energética en la frontera.