Esta movilización, que incluye al portaaviones más grande del mundo, ha sido justificada por Washington como una ofensiva contra el narcotráfico, pero es percibida por Caracas como una amenaza directa a su soberanía.
El operativo involucra al portaaviones USS Gerald R. Ford, aproximadamente 15.000 efectivos, submarinos y destructores, constituyendo la mayor presencia militar de EE. UU. en la región desde la crisis de los misiles. La justificación oficial de la Casa Blanca, articulada por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, es “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio”, enmarcando la misión en una lucha contra el crimen transnacional. Como parte de esta ofensiva, se han reportado al menos 21 ataques contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, con un saldo que supera las 80 muertes.
La respuesta de Venezuela ha sido contundente. El presidente Nicolás Maduro calificó el despliegue como una “amenaza grave” y una “provocación hostil”, ordenando la movilización de tropas, la realización de ejercicios militares y la inauguración de nuevos centros de entrenamiento táctico. Además, advirtió que no permitirá que la región se convierta en “la Gaza de Suramérica”.
La crisis ha adquirido una dimensión regional, con Trinidad y Tobago albergando ejercicios militares conjuntos con EE.
UU., una decisión que ha generado críticas internas y preocupación en la Comunidad del Caribe (Caricom) por el riesgo de desestabilización.













