Las principales potencias europeas han comenzado a distanciarse de la agresiva ofensiva militar de Estados Unidos en el Caribe, criticando su legalidad y suspendiendo la cooperación en inteligencia. La postura de Reino Unido, Francia y España marca un punto de inflexión diplomático y un rechazo a las acciones unilaterales de la administración Trump contra Venezuela y el narcotráfico. Según informes de prensa, Reino Unido decidió hace más de un mes suspender el intercambio de información de inteligencia que pudiera ser utilizada por Estados Unidos en ataques contra embarcaciones en la región. El gobierno británico considera que estas operaciones carecen de base legal y ha manifestado su negativa a participar en acciones que violen el derecho internacional. Francia también ha condenado públicamente las operaciones; su ministro de Exteriores, Jean-Noël Barrot, declaró que “estas acciones ignoran las leyes internacionales”.
Por su parte, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, durante la cumbre CELAC-UE, hizo un llamado a reforzar la unidad en defensa del derecho internacional, un mensaje interpretado como una crítica velada a la política de Trump.
Analistas como Carolina Jiménez de WOLA y Brian Finucane del International Crisis Group consideran que estas reacciones son significativas, especialmente viniendo de aliados históricos de Washington. Que un socio tan cercano como el Reino Unido califique los ataques de ilegales es una “llamada de atención” para la Casa Blanca. La preocupación europea se centra en que la justificación de la lucha contra el narcotráfico podría ser un pretexto para aumentar la presión militar sobre el gobierno de Nicolás Maduro, con el riesgo de una escalada de consecuencias humanitarias graves. En este escenario, Europa busca posicionarse como un contrapeso, defendiendo el multilateralismo y el derecho internacional frente a las acciones unilaterales de su aliado transatlántico.
En resumenLa creciente crítica de potencias europeas clave como Reino Unido, Francia y España a la ofensiva militar de EE. UU. en el Caribe evidencia una fractura en la alianza transatlántica. Al suspender la cooperación y cuestionar la legalidad de los ataques, Europa se distancia de las tácticas de Washington, buscando posicionarse como defensora del derecho internacional y un contrapeso a la presión unilateral sobre Venezuela.