La relación entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una fase de alta complejidad, marcada por una doble estrategia de la administración Trump que combina una escalada militar sin precedentes en el Caribe con la sorpresiva apertura a un posible diálogo directo con Nicolás Maduro. Esta ambivalencia define el tenso panorama geopolítico de la región. La administración estadounidense ha intensificado su presencia militar en el Caribe a niveles no vistos desde la Crisis de los Misiles de 1962, desplegando aproximadamente 15.000 soldados, el portaaviones USS Gerald R. Ford, buques de guerra y aviones de combate bajo la denominada “Operación Lanza del Sur”. El secretario de Guerra, Pete Hegseth, anunció la misión para “expulsar a los narcoterroristas de nuestro hemisferio”.
Paralelamente, el presidente Donald Trump ha mantenido una postura ambigua, afirmando que “en cierto modo ya me he decidido” sobre las acciones a tomar, pero sin descartar conversaciones.
“Podríamos tener discusiones con Maduro, y veremos cómo resulta eso.
Ellos quisieran hablar”, declaró Trump.
En respuesta, Nicolás Maduro ha insistido en su disposición a un encuentro “cara a cara” para rebajar las tensiones, al tiempo que ha denunciado las maniobras como una “amenaza grave” y ha ordenado la movilización de sus propias fuerzas, pidiendo evitar que Venezuela se convierta en “la Gaza de Suramérica”. La situación se complica aún más con la autorización de Trump a la CIA para realizar operaciones encubiertas, que podrían incluir ciberataques y campañas de desinformación, mientras el Pentágono evalúa opciones que van desde ataques selectivos hasta una invasión terrestre. Esta dualidad de máxima presión y diplomacia tentativa mantiene a la región en un estado de incertidumbre, donde el riesgo de una escalada militar coexiste con la remota posibilidad de una negociación directa.
En resumenEstados Unidos aplica una estrategia dual de máxima presión militar y una ambigua apertura al diálogo, creando un escenario impredecible. Mientras ambos líderes expresan disposición a conversar, el masivo despliegue militar y las operaciones encubiertas en curso sugieren que la posibilidad de un conflicto sigue latente, manteniendo a la región en alerta máxima.