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Los testimonios recogidos describen un patrón de abusos sistemáticos por parte de los guardias del penal, que incluían golpizas con tubos y aislamiento prolongado. Juanita Goebertus, directora de la división de las Américas de HRW, calificó el caso como una de las violaciones de derechos humanos más graves vinculadas a Washington en dos décadas y afirmó que ambos gobiernos son “cómplices”. La organización exige la detención inmediata de estas deportaciones, que exponen a los migrantes a situaciones de peligro, y pide una investigación para que los responsables rindan cuentas.