Esta estrategia dual, calificada por analistas como la del “palo y la zanahoria”, mantiene una intensa presión sobre Caracas en medio de un despliegue militar sin precedentes en el Caribe. En declaraciones a la prensa, Trump afirmó que “Venezuela quiere hablar”, sugiriendo una disposición a eventuales conversaciones con el mandatario venezolano.
“Podríamos tener discusiones con Maduro y veremos cómo resulta eso”, señaló.
Este aparente gesto diplomático contrasta fuertemente con la escalada de acciones hostiles, como la designación del Cartel de los Soles como grupo terrorista y los continuos ataques a supuestas narcolanchas.
La ambigüedad se profundizó cuando, en otro momento, aseguró haber definido ya sus próximos pasos respecto a Venezuela, aunque se negó a dar detalles: “Ya me decidí, pero no puedo decirles qué será”.
Según informes de medios como The Washington Post y CBS News, Trump ha sostenido reuniones con altos mandos del Pentágono para revisar una “variedad de opciones” militares, que podrían incluir ataques terrestres.
Esta dualidad ha generado preocupación en la oposición venezolana; el dirigente Antonio Ledezma advirtió sobre los riesgos que implicaría un diálogo entre ambos líderes.
La estrategia de Trump parece diseñada para mantener todas las opciones abiertas, generando un clima de máxima tensión e imprevisibilidad sobre el futuro de las relaciones bilaterales.













